domingo, 5 de marzo de 2023

Los géneros literarios: Textos líricos: características

 


El texto lírico es aquel donde el autor expresa sus sentimientos, emociones y sensaciones libremente. Su expresión textual es el poema. Puede ser en verso o en prosa. Cuando el texto lírico es en verso, su expresión formal indica que cada verso (o línea del poema) tiene ritmo y rima. Al contrario, cuando es en prosa, la rima no aparece pero sí se mantiene un cierto ritmo y musicalidad del idioma, y se le dice prosa poética.

Se le llama lírico porque antiguamente, en Grecia, se recitaban poemas acompañados de un instrumento musical que era, por lo general, una lira. Con el tiempo, el instrumento quedó en desuso pero no la costumbre de recitar. De allí provienen los trovadores medievales y las canciones actuales.

 

Características de los textos líricos

El texto lírico se caracteriza por la presencia de determinados rasgos de lenguaje y elementos literarios.

Hablante lírico

El hablante lírico es el que se expresa a través del poema (no debe confundirse con el autor real), quien da a conocer su mundo interior. A esta figura se la conoce también como “el yo poético”.

Para fines de análisis literario, esta creación es ficticia, no real, aunque muchas veces el autor esté contando un hecho real y sus propios sentimientos al respecto.

Subjetividad

La gran carga de subjetividad es uno de sus principales rasgos, y es lo que diferencia en mayor medida el texto lírico del épico y del dramático.

Uso de abundantes recursos literarios

El poeta se vale de metáforas, epítetos, metonimias, comparaciones, hipérboles y otras figuras retóricas para expresarse.

Veamos, por ejemplo, este conocido verso de Quevedo:

  • “Érase un hombre a una nariz pegado”.

Es evidente su intención de señalar el tamaño exagerado de tal nariz, pero lo hace con intención estética, poética. Por eso no usa el lenguaje normal y cotidiano.

Brevedad

Un texto lírico, a diferencia del épico o del dramático, suele ser breve. El contenido, en consecuencia, será condensado, y por eso acude a las metáforas y otras figuras retóricas, para expresar en pocas palabras múltiples significados.

Esto también le puede otorgar un carácter algo más difícil de entender, ya que el lector de poesía deberá interpretar esas figuras retóricas y dar con lo que el autor quería decir.

El poeta chileno Vicente Huidobro recomendaba a quien escribía poesía: “Sugiere, sugiere, nunca digas”. La sugerencia se convierte entonces en imágenes con un significado nuevo.

Métrica y rima

La métrica es la cantidad de sílabas que componen un verso, y la rima es la repetición de sonidos que se escucha a partir de la última vocal tónica de la última palabra del verso. La rima puede ser consonante o asonante.

  • Rima consonante

Se produce cuando entre dos o más versos similares, los fonemas de sus últimas letras son idénticos a partir de la vocal que se acentúa. Un ejemplo sería: “nación / visión”.

  • Rima asonante

Existe cuando la repetición de las últimas vocales tónicas se parece, pero no es igual. Un ejemplo sería: “bueno / cordero”.

  • Verso libre

El verso libre es el que carece de rima y metro, pero mantiene un ritmo en el lenguaje. A finales del siglo XIX, sobre todo en la poesía occidental, se utilizó para expresar una mayor libertad tanto en el lenguaje poético como en su estructura.

Es muy cercano a la prosa poética, y se distingue de esta porque mantiene la disposición tipográfica de los versos en líneas.



📖Lea y analice los siguientes poemas: Lo fatal, de R. Darío; Un detalle, de Alfonso Cortés; La cazadora, J. Coronel Urtecho; Entierro de pobre, Azarías H. Pallais; Poema 20, Pablo Neruda.


 

Lo fatal

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

R. Darío

 


Un detalle

Un trozo de azul tiene
mayor intensidad que todo el cielo;
yo siento que allí vive, a flor
del éxtasis feliz, mi anhelo.

Un viento de espíritus pasa
muy lejos, desde mi ventana,
dando un aire en que despedaza
su carne una angélica diana.

Y en la alegría de los gestos,
ebrios de azur, que se derraman...
siento bullir locos pretextos,
que, estando aquí, ¡de allá me llaman!

Alfonso Cortés.

 


La cazadora

Mi señora, tan luego se levanta
va a cazar un venado matutino,
sin miedo a los colmillos del zaíno,
ni al mortal topetazo de la danta.

Entra con ojo alerta y firme planta
en la espesura donde no hay camino,
y de los matorrales, repentino,
salta un venado que su paso espanta.

Ella rápida apresta su escopeta,
veloz le apunta, le dispara y mata
—y después el marido, que es poeta,

cuando regresa la mujer que adora,
en un soneto clásico relata
la bella hazaña de la cazadora.

José Coronel Urtecho

 


Entierro de pobre

Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
No quiero que vengan los otros, conmigo.

Los otros, aquellos del otro camino,
los que me dijeron: es agua tu vino.

Los que sacudieron mi rama florida
Para tejer burlas, en charla subida.

Entierro de pobre, ya sabes, amigo,
sin flores horribles de trapo, contigo,

Y mis cuatro hermanos bellos, silenciosos,
sin esa etiqueta, sin esos curiosos,

Sin los obligados que dicen: debía
venir al entierro y en charla vacía,

Prosiguen narrando su gracioso cuento.
Entierro de pobre.  Mi acompañamiento

Será de unos pocos.  La misa temprano,
de aquel Padre Valle, canto gregoriano.

En iglesia pobre y un solo cantor:
misa verdadera de Nuestro Señor.

También te suplico, me libres, hermano,
del insulto magno.  Al diario profano,

Que a diario blasfema, dile, que no es cierto,
que quién le ha contado que me hubiese muerto

Que estoy bueno y sano y así no dirán
sus majaderías de parrampamplán:

Noble, generoso, digno, caballero,
ciudadano probo, patriota sincero,

De firme carácter, hombre superior...:
y otros disparates del mismo color.

Acuérdate hermano de todos aquellos
versos de mis libros, silenciosos, bellos.

Del «Agua Encantada», de estos mis «Caminos»
que son el consuelo de los peregrinos.

De «Espumas y Estrellas», del «Libro Menor»
que a todos encanta por su buen olor.

Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
No quiero que vengan los otros conmigo.

Azarías H. Pallais

 


Poema XX.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda, de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)


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