A continuación, vais a leer un fragmento de la obra teatral “La casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca, escrita en1936.
Toda la obra se desarrolla en el interior de una casa en pleno verano y está protagonizada exclusivamente por mujeres (la madre Bernarda, las hijas, la abuela y las criadas).
FRAGMENTO
(Primer Acto)
Bernarda: (A Magdalena, que inicia el llanto) Chist. (Golpea con el bastón.) (Salen todas.) (A las que se han ido) ¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto! Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta.
La Poncia: No tendrás queja ninguna. Ha venido todo el pueblo.
Bernarda: Sí, para llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas.
Amelia: ¡Madre, no hable usted así!
Bernarda: Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada.
La Poncia: ¡Cómo han puesto la solería!
Bernarda: Igual que si hubiera pasado por ella una manada de cabras. (La Poncia limpia el suelo) Niña, dame un abanico.
Amelia: Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y verdes.)
Bernarda: (Arrojando el abanico al suelo) ¿Es éste el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre.
Martirio: Tome usted el mío.
Bernarda: ¿Y tú?
Martirio: Yo no tengo calor.
Bernarda: Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordar el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.
Magdalena: Lo mismo me da.
Adela: (Agria) Si no queréis bordarlas irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más.
Magdalena: Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura.
Bernarda: Eso tiene ser mujer
Magdalena: Malditas sean las mujeres.
Bernarda: Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles.
(Sale Adela.)
Voz: ¡Bernarda!, ¡déjame salir!
Bernarda: (En voz alta) ¡Dejadla ya! (Sale la Criada.)
Criada: Me ha costado mucho trabajo sujetarla. A pesar de sus ochenta años tu madre es fuerte como un roble.
Bernarda: Tiene a quien parecérsele. Mi abuelo fue igual.
Criada: Tuve durante el duelo que taparle varias veces la boca con un costal vacío porque quería llamarte para que le dieras agua de fregar siquiera, para beber, y carne de perro, que es lo que ella dice que tú le das.
Martirio: ¡Tiene mala intención!
Bernarda: (A la Criada.) Déjala que se desahogue en el patio.
Criada: Ha sacado del cofre sus anillos y los pendientes de amatistas, se los ha puesto y me ha dicho que se quiere casar.
(Las hijas ríen.)
Bernarda: Ve con ella y ten cuidado que no se acerque al pozo.
Criada: No tengas miedo que se tire.
Bernarda: No es por eso... Pero desde aquel sitio las vecinas pueden verla desde su ventana.
(Sale la Criada.)
(Tercer Acto)
Adela.- ¿Por qué me buscas?
Martirio.- ¡Deja a ese hombre!
Adela.- ¿Quién eres tú para decírmelo?
Martirio. - No es ése el sitio de una
mujer honrada.
Adela.-¡Con qué ganas te has quedado de
ocuparlo!
Martirio,- (En voz alta). Ha llegado el
momento de que yo hable. Esto no puede seguir así.
Adela.- Esto no es más que el comienzo. He tenido fuerza para adelantarme. El brío y el mérito que tú no tienes. He visto la muerte debajo de estos techos y he salido a buscar lo que era mío, lo que me pertenecía.
Martirio.- Ese hombre sin alma vino por
otra. Tú te has atravesado.
Adela.- Vino por el dinero, pero sus
ojos los puso siempre en mí.
Martirio.- Yo no permitiré que lo
arrebates. Él se casará con Angustias.
Adela.- Sabes mejor que yo que no la
quiere.
Martirio. - Lo sé.
Adela.- Sabes, porque lo has visto, que
me quiere a mí.
Martirio. - sí.
Adela.- (Acercándose). Me quiere a mí. Me
quiere a mí.
Martirio.- Clávame un cuchillo si es tu
gusto, pero no me lo digas más.
Adela.- Por eso procuras que no vaya
con él. No te importa que abrace a la que no quiere, a mí tampoco. Ya puede
estar cien años con Angustias, pero que me abrace a mí se te hace terrible,
porque tú le quieres también, le quieres.
Martirio.- (Dramática). ¡Sil Déjame
decirlo con la cabeza fuera de los esbozos. Si! Déjame que el pecho se me rompa
como una granada de amargura. ¡Le quiero!
Adela.- (En un arranque y abrazándola) Martirio.
Martirio, yo no tengo la culpa.
Martirio, - ¡No me abraces! No quiero ablandar mis ojos. Mi sangre ya no es la tuya. Aunque quisiera verte como hermana no te miro ya más que como mujer. (La rechaza).
Federico García Lorca. La casa de Bernarda Alba, 1ra edición, Ediciones Distribuidora Cultural, Managua, 2002, p15.
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Acto |
Cuadro |
Escena |
El protagonista y su propósito
|
Conflicto |
El obstáculo (Antagonista) |
Clímax |
Desenlace |
Relación de los hechos
presentados en el texto con los de la vida real. |
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